Chacao Enmascarado: Retratos del conflicto en Venezuela (Info + Fotos)
Durante la últimas semanas, concretamente desde el 12-F, la parroquia de Chacaoen Venezuela, se ha convertido en escenario de conflictos que enfrentan a manifestantes y fuerzas del orden público. Sin embargo, las noticias no suelen considerar lo que sucede en las casas que rodean los eventos.
Andrés Kerese, quien se crió en Chacao, logró entrar a las residencias de familias que sufren las consecuencias de los enfrentamientos, los gases lacrimógenos y la alteración de su cotidianidad.
Ellos también han tenido que enmascararse para sobrevivir, sólo que dentro de sus propias casas. Sus retratos, con los comentarios de Kerese sobre las singularidades de cada uno, componen esta nueva serie de #ImagoMundi.
A pesar de que vive en un tercer piso, si se asoma por la ventana que da hacia la calle las noches cuando la Policía Nacional actúa en Chacao, le llega el olor fuerte del gas a su casa. La única opción para conseguir aire fresco es asomándose por una ventana que da al patio interno del edificio.
Desde el sábado pasado, después de las cuatro de la tarde, Chacao es militarizado. Todos los días. Cada una de sus esquinas es ocupada por un pequeño contingente de la Policía Nacional Bolivariana. Los vecinos son tratados como si ellos fueran quienes se enfrentan a la policía. Taparse la cara no necesariamente significa que se pretenda ocultar la identidad porque se está haciendo algo malo: las señoras en sus casas lo hacen como método de defensa
Me recibió con el dedal y la aguja en la mano. Lo de ella es coser. Lo hace siempre en el mismo lugar, demasiado cerca de la ventana como para salvarse del olor a gas.
La Policía Nacional Bolivariana lanzó una bomba de gas lacrimógeno dentro de su edificio. Él vive junto con su familia en el primer piso. El gas entró a su apartamento por cada una de las ventanas.
Es joven, estudiante y vive en la Urbanización Bolívar, de Chacao. No es ni ‘Chucky’ ni ‘guarimbera’.
Tiene 14 años viviendo en Chacao. Su hijo es asmático y viven en la planta baja del edificio. No le gusta que la policía se haya apoderado de la esquina de la calle donde viven.
En este edificio de Chacao, la conserje es un vecino más de la comunidad. Lo único malo es que vive en la planta baja y es la primera que recibe los efectos del gas lacrimógeno, cuando la Policía Nacional dispara contra el edificio.
Ellos no son Guarimberos: cuidan carros y todo el mundo ya los conoce. Su trabajo se ha visto seriamente afectado desde el inicio de las protestas. La gente evita Chacao y prefiere irse a merendar a otros municipios. La necesidad los obligó a reinventarse. Ahora redondean sus ingresos vendiendo agua en las marchas.
Gallega. Llegó hace 40 años y siempre ha vivido en Chacao. Enviudó hace 21 años y, desde entonces, se niega a quedarse encerrada en su casa. Todas las tardes baja a hablar con sus amigas en la puerta del edificio. Desde que comenzaron las protestas, a pocos metros de la puerta de su edificio, las tertulias cada vez se han hecho más cortas. Me ofreció una empanada gallega para que comiera algo bueno de verdad.
Sufre de EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica). Cuando respira suena como un pito. Le cuesta mucho llevar aire a sus maltratados pulmones. Necesita estar todo el tiempo pegada a una bomba de oxígeno que le facilita la respiración. Vivir en un primer piso de Chacao debe de ser el peor de los lugares para quienes padecen esta enfermedad.
Es propietario de una marquetería. Lo de él es sentarse todas las tardes, junto a sus fieles amigos, en la puerta de su local a ver los carros pasar, escuchar algo de música y tomarse algo. Desde que comenzaron los disturbios, su rutina diaria se vio alterada. Ahora tiene que recibir a los amigos bajo techo, dentro de la marquetería. Dice que no es lo mismo.
El novio de su hija es fotógrafo, de los que todos los días anda por las calles documentando lo que ocurre. Desde qué comenzaron las protestas, ella no duerme mucho. Debajo de su casa, justo en la esquina de su edificio, es donde son todos los enfrentamientos en Chacao. Vive asomada a la ventana viendo lo que pasa y esperando que a su hija y a su novio no les pase nada.
Tiene 23 años. Es estudiante universitaria. Según sus palabras, lleva tres años en la lucha y fue de las que se encadenó en la Embajada de Cuba, hace dos años. Está en el Campamento Libertad, en la Plaza Bolívar de Chacao, desde que se fundó. El Campamento se instaló con el propósito de exigir el cumplimiento de una serie de requisitos a corto y largo plazo. Para poder vivir en una de las tantas carpas, hay que cumplir con ciertas normas de comportamiento y nada de enfrentamientos, para ellos la protesta es pacífica. Su mamá la visita todas las tardes, junto a su hermana menor de 15 años y su perro, Libertad. La mamá asegura que ya desde los 17 años ella estaba dispuesta a manifestar su descontento y, aunque le preocupa lo que le pueda pasar estando en la plaza, ella la respalda como puede en su lucha por lograr cambios en Venezuela.
Es zapatero. Siempre tiene el trabajo retrasado. Los vecinos no dejan de pararse en la puerta del local para preguntar si ya están listas las suelas o las tapitas de los tacones de los zapatos que le dejaron hace bastante tiempo. Lamentablemente, tiene el trabajo atrasado. Todas las tarde tiene que adelantar el cierre de la zapatería porque no aguanta el olor del gas.
Su hijo tiene 10 años. Es autista. Vive en un edificio que hace esquina, en el primer piso. Cuando la Guardia o la Policía Nacional Bolivariana atacan y disparan hacia los edificios, su hijo se refugia debajo de su cama. El niño es alérgico al Maalox. Le recomendaron medicina homeopática para calmarle los efectos del gas en sus vías respiratorias.
Tiene 62 años, 20 de ellos viviendo en Chacao. Se la pasa todas las tardes por las calles opinando, junto con los vecinos, sobre lo que ocurre justo frente a ellos. Su hijo asegura que ya no tiene que andar pidiéndole permiso a su papá para ir a dos cuadras de donde viven a enfrentarse con la Guardia o la Policía: tiene 33 años. Tienen un enorme cuadro de Buda en el medio de la sala de su casa. Aseguran ser pacifistas, pero ya están arrechos por lo que pasa en Chacao. Cada uno, a su manera, protesta activamente.
Vive en una de las pocas casas que quedan en el casco de Chacao. Gallega, con tres hijos: dos viven en la Gran Canarias y el otro en Madrid. “La vaina está jodida. Allá no consiguen trabajo y aquí no hay seguridad”, dice. La casa tiene un estacionamiento grande y ella alquila algunos puestos. Hace casi dos años mataron a un vecino para robarle el carro en la puerta de su casa. Cuando la Guardia Nacional Bolivariana o la Policía Nacional pasan lanzando bombas de gas, siempre le dejan una en el patio interno de su casa. Le están matando sus orquídeas.
Tiene 32 años. Es empleada pública, pero mucho antes de eso, desde que nació, es ciudadana de Chacao. La máscara es para poder bajar a la entrada del edificio a socorrer o darle apoyo a los que afuera protestan. El guante no es de ella. Alguien lo dejó botado en la puerta del edificio y lo guarda por si otro joven lo necesita en los próximos días. El trofeo se lo ganó su ‘gordo’ en un torneo de dominó. Él espera volver pronto a sus partidas semanales.
Siciliano, de Catania. Llegó en 1964, directamente, a las calles de Chacao. Desde hace 32 años tiene barbería propia. Aunque tiene tres sillas de barbero, trabaja solo. Cuando comenzaron los disturbios, la clientela le disminuyó considerablemente. Cuando comienzan los enfrentamientos, se ve obligado a cerrar para no quedarse atrapado en el local.
Toda su vida en Chacao, estudió en un colegio que quedaba justo al frente de donde todavía vive. Su esposo también ha vivido en Chacao desde que nació. Tienen un hijo de 11 años que se muere por bajar y ver lo que sucede, a pocos metros de su casa. La otra noche se atrevió, después de que pasó la Policía Nacional disparando gas a casi todos los edificios. Subió con el cartucho de una de las bombas.
Es portuguesa, de tierra firme. Desde que llegó a Venezuela, en 1979, siempre ha vivido en Chacao. Hace 14 años que es la conserje de este edificio. Frente a su dominio ha ocurrido de todo: guardias que han disparado a su edificio, unos locos que intentaron quemar un carro, estudiantes y vecinos corriendo para huir de la ballena… siempre en la puerta del edificio. Pidió hacerse la foto con el afiche de su ‘papito’.
©2014 Fotografía de Andrés Kerese
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